Un hombre de Gran Bretaña llamó a la policía para quejarse porque la prostituta cuyos servicios sexuales había pagado era fea y, según él, había mentido.
El oficial de la policía de Birmingham que atendió su denuncia, le respondió que la mujer no había cometido ningún delito y que, de hecho, pagar por sexo es ilegal.
Después de la extraña llamada las autoridades le enviaron una carta advirtiéndole que no podía hacerles perder el tiempo de esa manera.
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