• Es rarísimo encontrar a un oso hormiguero que se pasee con la nariz alzada. Este gran hormiguero de América Central y tropical deambula casi siempre con la cabeza baja, arrastrando por el suelo su largo y afilado hocico.
• Aunque tiene mala vista, nadie como él para localizar los hormigueros o aquellas hendiduras de los árboles en donde habitan las termes. Con metódica celeridad abre dichos lugares a zarpazos y luego introduce en la brecha su larga lengua, que alcanza los 50 centímetros. Al retirarla, la lleva cargada de innumerables insectos que han quedado adheridos a ella a causa de su saliva viscosa, como si se tratara de papel cazamoscas.
• Se calcula que un oso hormiguero consume cada día la bagatela de 30.000 termes u hormigas. Los insectos que hayan podido escapar a su lengua viscosa son detenidos en su huída por la enorme cola espesa que el gran hormiguero sitúa en tierra como un parapeto de contención. Pillados entre los pelos de este apéndice monstruoso, los fugitivos son devorados más tarde en compañía de polvo y ramas pequeñas que, cosa curiosa, facilitan la digestión de este gargantúa de los insectívoros.
• El oso hormiguero presenta un aspecto desconcertante. Podría discutirse, inútilmente, sobre si es bonito o feo. Hay una cosa que, en todo caso, no se puede poner en duda: este desdentado con formas desgarbadas se convierte, cuando se le amenaza, en adversario temible, incluso para el jaguar.
• Se alza sobre sus patas posteriores, ejecuta algunos pasos de danza como un boxeador y lanza fantásticos zarpazos muy capaces de despedazar a los agresores mejor armados.
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