En las profundidades de la selva inhóspita del sureste de Papua Nueva Guinea, los Korowai, vigilan el terreno desde la altura que les proporcionan sus casas construidas en los árboles. También conocidos como Kolufo, constituyen la única etnia conocida de carácter arborícola.
Los korowai son temibles y temerosos. Temibles por sus costumbres alimenticias, las cuales incluyen en su menú la carne humana, temerosos de sí mismos, pues huyen de la oscuridad, momento en el que los Khakahua, brujos con forma humana, llegan para matar y comerse a sus congéneres.
Esta tribu la forman unas 3.000 personas que se alojan en grupos de 10 a 12 individuos en unas casas que construyen sobre las copas de los árboles, entre 20 y 40 metros de altura. Los materiales que utilizan son cañas y hojas y la forma como suben los materiales es mediante escaleras construidas en los troncos.
En sus labores siguen utilizando instrumentos de piedra y hueso, por lo que las viviendas son auténticas obras de ingeniería hechas con paciencia y el tesón. El motivo por el que estas edificaciones están colocadas en lugares tan altos es para alejarse de las fuertes lluvias primaverales y de los conflictos tribales en los que continúan luchando con arcos y flechas, aunque son muy útiles para escapar del calor y de las picaduras de los insectos que abundan en la selva de Papúa Nueva Guinea, aunque los Korowai tienen sus medios de vida en tierra ya que son cazadores-recolectores. Y si tienes intención de visitarles, cuídate de ser amable con ellos ya que practican el canibalismo.